Tras la crisis desatada en el Frente de Todos, dirigentes del PJ, diputados y senadores buscan intermediar para evitar la ruptura definitiva entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
Desde distintos sectores del peronismo buscan desesperadamente resolver el escandaloso quiebre que existe en la coalición gobernante. La Cámpora por ahora se mantiene irreductible y Cristina sigue sin atender el teléfono.
El peronismo contemporáneo, muy alejado de aquel nostálgico fascismo que puso en práctica el Pocho Perón, ha caído en el pantanoso terreno de la burla insolente.
De aquel viejo legado de la "justicia social" que promovieron los pioneros del PJ, se ha llegado al ridículo inocultable y al fracaso prematuro de un presidente sin poder, sin votos y sin carácter para gobernar.
Mientras la crisis en Argentina parece no haber tocado fondo y la pobreza se propaga a una velocidad inmanejable, en el Frente de Todos siguen jugando a House of cards.
Hasta el alcahuete incondicional, Dady Brieva, ha perdido la paciencia ante un Gobierno que no arrancó ni para atrás ni para adelante. Sin diplomacia que intermedie, el comediante vomitó su frase más sincera: "Prometimos que íbamos a volver mejor y volvimos al pedo".
Es que ya ni los propios lo bancan al presidente. Mucho menos su socia intolerante y ladrona, alguien que sólo persigue impunidad y poder, dos elementos vitales para zafar de la cárcel y del escarnio público.
La situación es terminal y si no se acomodan las cargas el país se dirige hacia un precipicio inexorable y letal.
El Presidente Fernández, que atraviesa su etapa esplendorosa del papelón irreversible, ha tenido que salir a explicar que él no es "títere de nadie". Lo curioso en esa exégesis delirante es que se le ven los hilos a metros de distancia.
Particularidades de una política incomprensible que ha llevado al país a una situación angustiante y errática.
Evidencia inocultable: Fernández ha perdido el respaldo de La Cámpora y de la Vicepresidenta Cristina Kirchner, es por eso que un grupo de funcionarios y legisladores está trabajando en un plan de reconciliación para evitar el quiebre definitivo.
El Frente de Todos ya venía resquebrajado pero se terminó de partir cuando se votó el acuerdo entre Argentina y el FMI. En ese momento bisagra apareció el Síndrome Che Guevara de los muchachos idealistas de La Cámpora, casi todos residentes en barrios privados, edificios caros o directamente en Puerto Madero, y se sumó el salvaje ataque a pedradas contra el despacho de Cristina Kirchner en el Senado durante el día de la votación.
La vuelta a un matrimonio por conveniencia entre Cristina y Alberto por ahora parece difícil. Bástenos enumerar una serie de hechos que marcan más bien un divorcio programado que un reencuentro apacible.
Desde la carta crítica que publicaron intelectuales kirchneristas, donde cuestionaron "la moderación" del presidente, pasando por la penosa respuesta de Alberto Fernández: "Yo no soy títere de nadie", hasta llegar al pedido desesperado de un presidente sin poder: "Esperaba que me acompañaran y no me acompañaron".
Por otra parte, algunos allegados al presidente intentan convencer al mandatario de que rompa definitivamente con los parásitos de La Cámpora, liderada por el abominable Diputado Máximo Kirchner, quien se ha mostrado inflexible y hábil para la playstation.
Según trascendió por estos días, quienes se mueven para evitar la ruptura final son el Presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa; el Presidente en Diputados del bloque del Frente de Todos, Germán Martínez; el Diputado Eduardo Valdés; el Presidente de la bancada de senadores del PJ, José Mayans; y el inefable Ministro de Seguridad, Aníbal Fernández.
Asimismo, el Canciller Santiago Cafiero, un legítimo tuitero cool, admitió que el Frente de Todos atraviesa un "momento crítico" y llamó a evitar la "ruptura", mostrando en el análisis sus dotes de estadista.
Es preciso recordar que un quiebre en el Frente De Todos dejaría a la Cámara de Diputados con unas 70 bancas en favor de Alberto Fernández y al kirchnerismo duro, por su lado, con 40 diputados incondicionales a Máximo Kirchner y enfrentados al presidente.
Mientras el país se debate entre la pobreza, la inflación y el desempleo, el partido gobernante se da el lujo de seguir jugando a la política interna. En tanto, la oposición se frota las manos con malicia desmesurada y elocuente cinismo.
En el medio los argentinos intentando salir adelante frente a una realidad que empuja para atrás todo el tiempo.
Vivimos un momento casi inexplicable, porque no hay teoría que pueda contener una realidad tan estúpida, cruenta y brutal.
Mientras la Casta Política consolida sus privilegios y somete a los ciudadanos, el tiempo pasa, los sueños se desvanecen y la desesperanza se come la cabeza de millones de coterráneos.
Así nos va.